
...y para celebrar el cumpleaños de este día, mi hermano Jorge Arturo y el Luchito, que tal como lo menciona la Emi, nos hicimos muy amigos.
Esta foto -de jóvenes e indocumentados- es del año 1979, en una de las tantas visitas que estuvo en la casa de Byers para las vacaciones (...en este caso de septiembre) y en las que no faltaron las correrías por Quilpué.
Les confesaré una anécdota -de muchas- para que vean el tipo de aventuras que hacíamos con el Lutlo...
Esta inombrable y, a veces olvidable, pero ocurrente ocasión, sucedió estando de vacaciones en el verano. Nos invitaron a una fiesta un sábado de enero por la tarde y-por supuesto- iríamos de colados, haciéndonos pasar como ‘primos’, llegados de Santiago, con dos amigos más del barrio (Álvaro y Bernardo)
La casa de la reunión, estaba emplazada a la salida de Quilpué, cerca del paradero 29 ½, y la fiesta sería a partir de las nueve de la noche. El reducido espacio del lugar no permitía que toda la gran cantidad de gente pudiera estar dentro del living. Considerando además los muebles que completaban el recinto, algunos pasamos mucho rato afuera.
En un momento de la noche, estando sentado en el patio, se me perdieron de vista Álvaro, Bernardo y Lucho. Al rato, entre la penumbra, veo que se abre la puerta del baño, que daba al pasillo atestado de gente, y salen riéndose. No capté al momento su juego y la chacota que mantenían, pero después ya afuera, me contaron lo que habían hecho dentro del pequeño recinto. Cuando ingresaron al baño, además de hacer las necesidades básicas, se dedicaron a romper los cepillos de dientes, botaron la pasta al guater y se bañaron con las colonias y perfumes que mantenía la familia.
Una vez terminada la fiesta, entre varios nos fuimos caminando a la casa, pues a nosotros nos quedaba cerca. Llegando a Byers, nos despedimos del resto del grupo, quien siguió hacia el centro de la ciudad.
Cuando estaban llegando a la calle Portales, un vehículo disminuyó su velocidad y se les acercó. Bajaron el vidrio del lado del acompañante y desde el interior apareció la dueña de casa, quien llamó a Álvaro. Al acercarce le dijeron muy seriamente.
- Dale a tu primo las gracias por rompernos los cepillos de dientes.
A pesar de que estaba oscuro y que era moreno, Álvaro no pudo ocultar la vergüenza mientras, agazapado detrás de unos árboles, Bernardo se reía disimuladamente.
A la larga, yo llegué a pololear con la dueña de esa casa -la Claudia- y durante mucho tiempo evité ir al baño en su casa, aguantándome a veces por largas horas, por el temor de que me sacaran a colación el episodio aquel. Y solo tiempo después, ya con mayor confianza, conversamos del incidente y no pasaría más allá de ser recordado entre risas, pero con algo de vergüenza.
La casa de la reunión, estaba emplazada a la salida de Quilpué, cerca del paradero 29 ½, y la fiesta sería a partir de las nueve de la noche. El reducido espacio del lugar no permitía que toda la gran cantidad de gente pudiera estar dentro del living. Considerando además los muebles que completaban el recinto, algunos pasamos mucho rato afuera.
En un momento de la noche, estando sentado en el patio, se me perdieron de vista Álvaro, Bernardo y Lucho. Al rato, entre la penumbra, veo que se abre la puerta del baño, que daba al pasillo atestado de gente, y salen riéndose. No capté al momento su juego y la chacota que mantenían, pero después ya afuera, me contaron lo que habían hecho dentro del pequeño recinto. Cuando ingresaron al baño, además de hacer las necesidades básicas, se dedicaron a romper los cepillos de dientes, botaron la pasta al guater y se bañaron con las colonias y perfumes que mantenía la familia.
Una vez terminada la fiesta, entre varios nos fuimos caminando a la casa, pues a nosotros nos quedaba cerca. Llegando a Byers, nos despedimos del resto del grupo, quien siguió hacia el centro de la ciudad.
Cuando estaban llegando a la calle Portales, un vehículo disminuyó su velocidad y se les acercó. Bajaron el vidrio del lado del acompañante y desde el interior apareció la dueña de casa, quien llamó a Álvaro. Al acercarce le dijeron muy seriamente.
- Dale a tu primo las gracias por rompernos los cepillos de dientes.
A pesar de que estaba oscuro y que era moreno, Álvaro no pudo ocultar la vergüenza mientras, agazapado detrás de unos árboles, Bernardo se reía disimuladamente.
A la larga, yo llegué a pololear con la dueña de esa casa -la Claudia- y durante mucho tiempo evité ir al baño en su casa, aguantándome a veces por largas horas, por el temor de que me sacaran a colación el episodio aquel. Y solo tiempo después, ya con mayor confianza, conversamos del incidente y no pasaría más allá de ser recordado entre risas, pero con algo de vergüenza.
Eso hacían los jóvenes de ayer...!!!
...muy Feliz Cumpleaños Primo!!!
1 comentario:
Oh cielos, que horror!!! Que vergüenza! Deplorable la bromita en el baño!!! Si esta es la que confiesan...ya me imagino lo que no cuentan...un pellizco a los dos!!!
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